sábado, 12 de mayo de 2012

Claustrofobia


La claustrofobia (del latín claustrum -cerrado- y el griego φόβος, -fobia, miedo-) está considerada, por el Manual diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV, 1994), como una fobia específica dentro de los trastornos de ansiedad.
Al ser un miedo a los espacios cerrados, aquellos que la padecen suelen evitar los ascensores, los túneles, el metro, las habitaciones pequeñas, el uso de técnicas de diagnóstico médico como el TAC o la RMN. Y es que la persona claustrofóbica no tiene miedo al espacio cerrado en sí mismo, sino a las posibles consecuencias negativas de estar en ese lugar, como quedarse encerrado para siempre o la asfixia por creer que no hay suficiente aire en ese lugar. La mayoría de los espacios pequeños y cerrados suponen un riesgo de quedarse encerrado, como en un ascensor, y una limitación de los movimientos, por lo que las personas con claustrofobia pueden sentirse muy vulnerables al limitarles de esa forma los movimientos. Cuando una persona que sufre claustrofobia anticipa que va a entrar, o entra, en un espacio cerrado, experimenta una reacción de ansiedad intensa como falta de aire, palpitaciones o mareo. Debido a estos síntomas, normalmente se evitan los espacios cerrados. Por ejemplo, subir por las escaleras 12 pisos antes que usar el ascensor, negarse a que le practiquen un TAC incluso cuando es necesario, no utilizar el tren o el metro, serían algunos casos.
Como en otras fobias específicas, la respuesta de ansiedad disminuye considerablemente cuando la persona abandona el sitio cerrado.

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